jueves, 20 de enero de 2011

LA PAZ PERFECTA 
Había una vez un Rey que ofreció un  gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.   
Muchos artistas lo intentaron. El Rey observó y admiró todas las pinturas,  pero solamente  hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que elegir  entre ellas.
 
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo  perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas  se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron  esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta. 

La segunda pintura también tenía  montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo  furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo  parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no reflejaba nada  pacífico. 

Pero cuando el Rey observó el cuadro  mas cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una  grieta de la roca. En ese arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del  rugir de la violenta caída de agua estaba sentado plácidamente un pajarito en  medio de su nido.  
El Rey eligió esta pintura.  

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