lunes, 24 de enero de 2011

“UN LOCO FILANTRÓPICO”
Cuando la fábrica de nitroglicerina de Alfredo Nobel estalló en 1864, matando a su hermano, el gobierno sueco se negó a permitir que la fábrica fuese reconstruida. Nobel, llegó a ser considerado como un científico loco que fabricaba “malvadamente la destrucción”.

En su testamento estipuló que su fortuna constituiría un fondo, cuyos intereses serían distribuidos cada año como premios a personas que realizaran beneficios a la humanidad en cinco temas específicos: Física, Química, Fisiología y Medicina, Literatura, y el progreso de la Paz. A pesar de las protestas de los parientes que deseaban la cuantiosa fortuna de Nobel, y del cuestionamiento legal de varios países, se logró crear la Fundación Nobel, que llevaría a cabo los deseos del ingeniero. En 1905 el premio Nobel de la Paz fue entregado a quien inspirara los ideales pacifistas en Alfred Nobel, su amiga la condesa Bertha Kinsky von Suttner, quien lo influyó notablemente en hacerle ver la importancia de la paz.

Nunca antes, en la historia de la humanidad, alguien detuvo su ajetreada vida, para pensar en elogiar, no solo con palabras, a las personas que, saliendo un poco del común de los mortales, inventaron, descubrieron, escribieron o lograron algo importante, que valía la pena detenerse, aunque fuera un breve instante para admirarlo.

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