lunes, 24 de enero de 2011

ABRAHAM LINCOLN
Algunas personas, no importa cuán a menudo hablen en público, sienten cierta turbación un momento antes de comenzar, pero pocos segundos después la turbación desparece.

Hasta Abraham Lincoln se sentía turbado en los primeros minutos. “Al principio era muy torpe –cuenta su socio Rendón -, y parecía costarle mucho trabajo el hacerse a su auditorio. Luchaba durante cierto tiempo con aparente falta de confianza y timidez, lo cual sólo hacía más notoria su torpeza. He visto muchas veces a Lincoln en trances como éste, y me ha causado profunda lástima.
Cuando comenzaba sus discursos, la voz se le tornaba chillona, aguda y desagradable, sus gestos, su porte, su rostro moreno, pálido, arrugado y enjuto, su postura estrafalaria, sus movimientos poco seguros –todo parecía estar en su contra, pero sólo por muy breve tiempo”. En seguida adquiría serenidad, entusiasmo, celo, y entonces comenzaba su verdadero discurso.   


No hay comentarios:

Publicar un comentario