sábado, 22 de enero de 2011

JULIO CÉSAR
Cuando Julio César cruzó el canal de la Mancha y desembarcó con sus legiones en lo que hoy es Inglaterra, ¿qué hizo para asegurar el éxito de las armas? Una cosa muy inteligente; hizo detener a sus soldados sobre los peñascos yesosos de Dóver y ordenóles mirar hacía abajo; sobre las olas, a sesenta metros de profundidad, rojas lenguas de fuego consumían los barcos en que habían venido. En territorio enemigo, roto el único vínculo con el continente, quemado el único medio de retroceder, sólo podían hacer una cosa; avanzar, conquistar. Eso, precisamente, es lo que hicieron.

Así era el espíritu del inmortal Julio César. ¿Por qué no nos apropiamos de este espíritu, en nuestra guerra para exterminar el ridículo temor de los auditorios?

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