miércoles, 19 de enero de 2011

LO QUE EL SABIO LE PEDÍA A DIOS
Un hombre recibió, cierta vez, la visita de algunos amigos.
—Nos gustaría mucho que nos enseñases aquello que aprendiste todos estos años —dijo uno de ellos.
—Estoy viejo —respondió el hombre.
—Viejo y sabio —dijo otro. —Al final de cuentas, siempre te vimos rezando durante todo este tiempo. ¿Qué conversas con Dios? ¿Cuáles son las cosas importantes que debemos pedir?
El hombre sonrió.
—Al principio, yo tenía el fervor de la juventud, que cree en lo imposible. Entonces, me arrodillaba ante Dios y le pedía que me diera fortaleza para cambiar a la humanidad.
“Al poco tiempo, vi que era una tarea que iba más allá de mis fuerzas. Entonces comencé a pedirle a Dios que me ayudara a cambiar lo que estaba a mi alcance.”
—En este caso, podemos estar seguros de que parte de tus deseos se cumplieron —dijo uno de los amigos. —Tu ejemplo ha servido para ayudar a mucha gente.
—Ayudé a mucha gente con mi ejemplo: sin embargo, sabía que no era la oración perfecta. Sólo ahora, al final de mi vida, es que entendí el pedido que debía haber hecho desde el principio.
—¿Y cuál era ese pedido?
—Que yo fuese capaz de cambiarme a mí mismo.

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