viernes, 21 de enero de 2011

LA SEÑORA Y EL MENDIGO
Cuentan que una señora pidió un plato de sopa en un restaurante y fue al baño. Cuando regresó a su mesa vio a un hombre sucio y mal vestido tomando la sopa. Ella, indignada, decidió sentarse en la mesa, coger otra cuchara y comer de la misma sopa al tiempo que miraba al individuo fijamente a los ojos. Al terminar la sopa el hombre vino con un plato de tallarines. Ambos comieron los tallarines en silencio. La señora pensó que quizá no era un mal hombre, que tal vez tenía hambre, y que al comprar los tallarines había demostrado ser un caballero. La señora, arrepentida, se paró para comprar el postre. Al regresar, el hombre ya no estaba; tampoco su cartera. Así que, desesperada, gritó “¡ladrón, agarren al ladrón! La gente corrió a perseguir al hombre. Mientras tanto, la señora volteó y vio una mesa con un plato lleno de sopa y una cartera al costado. Sí, se había equivocado y le había robado la sopa al hombre sucio y mal vestido.

Como la señora de la historia, a cuántas personas en nuestra vida tachamos de ladrones, injustos, tontos, cuadriculados o flojos cuando realmente no lo son.

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