El maestro Kais caminaba con sus discípulos por el desierto, cuando encontró un ermitaño que vivía allí desde hacía años.
Los discípulos comenzaron a acribillarlo a preguntas sobre el universo pero terminaron por descubrir que el hombre no poseía la sabiduría que parecía tener.
Al comentar esto con Kais, éste les respondió:
“Nunca consulten a un hombre preocupado, por mejor consejero que sea; no le pidan ayuda al orgulloso, por más inteligente que pueda ser. Pues las preocupaciones y la vanidad enturbian el conocimiento.
Sobre todo, desconfíen de aquel que vive en soledad; por lo general no está allí porque renunció a todo, sino porque nunca supo vivir con los demás. ¿Cuál es la sabiduría que podemos esperar de este tipo de gente?”
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