Khalil Gibran dice que desde hace diecinueve siglos los hombres veneran la flaqueza en la persona de Jesús, pero que no comprenden Su fuerza. Jesús no vivió como un cobarde y no murió quejándose y sufriendo. Vivió como un revolucionario y fue crucificado como un rebelde.
“No fue un pájaro con las alas rotas, sino una tempestad violenta, que quebró todas las alas defectuosas. No fue una víctima de sus perseguidores y no sufrió en manos de sus verdugos, sino que fue libre frente a todos.
Jesús no bajó al mundo para destruir nuestras casas y, con sus piedras, construir conventos. Él quiso insuflar un alma nueva y fuerte, que hiciera de cada corazón un templo, de cada alma un altar y de cada ser humano un sacerdote.”
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