sábado, 22 de enero de 2011

EL FARISEO Y EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS
Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo, de pie, oraba acerca de sí mismo: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres –ladrones, malhechores, adúlteros –ni  aun como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo. En cambio, el recaudador de impuestos, de pie a cierta distancia, ni siquiera alzaba la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!
Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a    mismo  se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido.

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